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Un misterio, una pasión: la obra feroz de Aldo Miyashiro
En el 2004, Aldo Miyashiro estrenó su obra Un misterio, una pasión. Para él no fue sencillo lograr que un director la llevara a escena.
Tras 12 horas de escritura creativa, en el 2003, Aldo Miyashiro logró parir Un misterio, una pasión. Él permaneció sentado en el escritorio de la casa de Haysen Percovich, con su cajetilla de cigarrillo lista y con las hojas de su cuaderno verde llena de borrones. Su mejor amigo estaba cansado de escucharlo fanfarronear en las borracheras de los sábados. Sin duda, luego de tantas horas de espera, la obra más importante del Chino ya tenía nombre y vida propia.
Miyashiro no lo vio todo color de rosa. Él recuerda entre carcajadas cuando acudía a los teatros en búsqueda de algún director que aceptara llevar la pieza a escena. Sin embargo, fue rechazado montones de veces, pero Aldo nunca se dio por vencido. Un martes en la tarde, Roberto Ángeles, su maestro, lo vio en el pasadizo del Mocha Graña y recibió su texto. El bravo de bravos (así lo llaman) quedó maravillado, pero le negó el apoyo por contar la vida de un delincuente. Al atardecer, el Chino salió casi al atardecer, y en un momento se dijo a sí mismo: "Si no lo haces tú no lo hace nadie".
La semana siguiente, Miyashiro se reunió con Juan Carlos Fajardo en un bar de Barranco. Ambos pidieron unas cervezas para conversar sobre qué actores escogerán para el estreno de la pieza teatral. El Chino le proponía: "¿Pietro Sibille? ¿Gustavo Molina? Los serios". A la media noche, quedaron en presentar el proyecto a la Alianza Francesa de Lima. Llamaron al mozo, y este se dirigió hacia la mesa para dejar 2 botellas más. Los ánimos andaban por los cielos.
El dueño de la casa cultural brindó una de sus espacios para el esperado estreno de Un misterio, una pasión. Los ensayos duraron 3 meses. Estos fueron demasiado arduos, pues para el Chino resultaba muy complicado dirigir a más de 18 actores. A veces se quedaban de amanecida. A veces en los descansos, algunos corrían por las tablas, haciéndose cosquillas, riéndose a carcajadas mientras Aldo Miyashiro y Juan Carlos Fajardo subrayaban las partes del guion que necesitaban repetirse. En ellos se notaba absoluta seriedad.
A las 6 de la mañana terminaban las últimas pasadas. Al salir a la cuadra 45 de la Avenida Arequipa, circulaban pocos carros. El Chino y los actores compraban emoliente y pan para el frío mientras conversaban sobre otros temas que no tienen relación con la obra. Sin duda, ya estaban formándose amistades de toda la vida.
Días antes del estreno, ya se habían agotado las entradas en preventa. Las filas eran más largas que los diálogos de Octavio, el personaje secundario más tímido e insultado de la obra. Las horas volaban como los balazos que se daban entre integrantes de las barras bravas de Universitario de Deportes y Alianza Lima. Cabe mencionar que el Chino escribió el guion basado en un hecho real: la feroz muerte de Percy Ramón Rodríguez.
La noche anterior a la primera función, Aldo había salido a caminar con su amigo Haysen Percovich. Él le contó que sí conoció al líder de la barra brava crema que se quitó la vida tras caer en el mundo de las drogas. El muchacho lo invitó al Chino a su cumpleaños. Se tomaron unas chelas en su barrio, hasta las últimas consecuencias. Sin duda, su mejor amigo se asombró al escuchar la anécdota que el dramaturgo vivió meses antes de la tragedia.
Los domingos a las 8 se emitían los reportajes sobre Percy Rodríguez. En los canales de señal abierta se tocaba el tema. Aldo Miyashiro observaba con detalle el trabajo de investigación llevado a cabo por los periodistas. Durante semanas él se documentó hasta el punto de conocer el caso al revés y al derecho. El texto tenía una intención de fondo.
Un par de horas antes del gran estreno, Miyashiro se había sentado en las butacas de atrás para ver al detalle la última pasada de los actores. Juan Carlos Fajardo tomaba apuntes mientras el Chino no quitaba la mirada de las acciones dramáticas. Todo estaba en coordinación: la música con los momentos emotivos, los silencios sepulcrales y la fluidez de los diálogos.
Un misterio, una pasión se estrenó a las 8 pm. La sala estaba repleta de gente. En primera fila se sentaron los futbolistas de Universitario de Deportes y Alianza Lima, los críticos de teatro más reconocidos, y su maestro Roberto Ángeles. Los minutos pasaban. De pronto la gente reía y lloraba. Los balazos y las mentadas de madre de los personajes dejaron boquiabiertos a todos. 8 minutos antes de acabar, El Chacal declamó un monólogo muy triste. Sus últimas palabras fueron: "Percy, Caradura. Los extraño".
Durante 3 meses, la sala de la Alianza Francesa de Lima andaba llena por la puesta en escena. Al final de la temporada, el Chino Miyashiro recibió la propuesta de adaptar el guion para televisión. Había comenzado la trayectoria del dramaturgo feroz, el que crea situaciones muy fuertes y dolorosas, coincidentemente sacadas de la realidad.
Redacción: Ricardo Robles




Portada del libro Un misterio, una pasión. Publicada en el año 2005 por Aldo Miyashiro. (Fuente: El Comercio)
Escena 4 de la obra Un misterio, una pasión. En la función de estreno se contó con la participación del Puma Carranza. (Fuente: El Comercio)
Un misterio, una pasión fue la obra que le permitió a Aldo trabajar en televisión. (Fuente: La República)
Diseño del afiche de la serie Misterio, una adaptación del guion de teatro. En el 2006 fue estrenada en señal abierta. (Fuente: Frecuencia Latina)
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